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Neoestoicismo y tacitismo en Virtudes vencen señales de Luis Vélez de Guevara
Neoestoicism and Tacitism in Luis Vélez de Guevara’s Virtudes vencen señales

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 10, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Ysla Campbell

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México

Recibido: 06 junio 2022

Aceptado: 10 septiembre 2022

Resumen: En el presente artículo se analizan los vínculos de Virtudes vencen señales (1617), de Luis Vélez de Guevara, con el pensamiento ético-político de Justus Lipsius. El tema nuclear de la comedia es político-moral y en su desarrollo se pueden observar ciertas características que la relacionan con la ideología del erudito neerlandés.

Palabras clave: Teatro, Vélez de Guevara, Justo Lipsio, pensamiento político-moral.

Abstract: This article analyzes the links between Luis Vélez de Guevara’s Virtudes vencen señales (1617) and the ethical-political thought of Justus Lipsius. The core theme of comedy is political-moral and in its development certain characteristics can be observed that relate it to the ideology of the Dutch scholar.

Keywords: Theater, Vélez de Guevara, Justo Lipsio, Political-moral thought.

Virtudes vencen señales, escrita durante el reinado de Felipe III, hacia 1617 1 , tiene vínculos estrechos con el pensamiento moral y político de Justo Lipsio, quien fue el principal difusor de la ética estoica y del tacitismo en España, no solo por sus traducciones de las obras de Séneca y Tácito, sino porque basó en ellos sus propios planteamientos, plasmados en su guía para gobernantes, Politicorum (versión castellana, 1604) y De constantia (traducción castellana, 1616).

La influencia del humanista belga en los literatos e intelectuales españoles, con quienes, en algunos casos, mantenía una relación epistolar, ha sido objeto de varios estudios 2 . Un ejemplo significativo es que don Baltasar de Zúñiga, embajador en Flandes y Francia, además de ser tutor de Felipe IV y tío del conde-duque de Olivares, dedicó los últimos años de su carrera política «a plasmar la influencia de Lipsio en el imperio español» 3 . Asimismo, los textos latinos del pensador flamenco figuran en el catálogo de la biblioteca de don Gaspar de Guzmán 4 .

El desinterés de Felipe III por el gobierno desemboca en el abandono de su responsabilidad depositándola en manos de su valido don Francisco de Sandoval y Rojas. El enriquecimiento ilícito del privado, sus amigos y deudos, con erario público, la repartición de puestos entre sus allegados y la corrupción implicaron un desfalco a la corona, favoritismos a gente inepta y un terrible derrumbe de la legalidad. Ante las circunstancias críticas por las que atravesaba el Imperio, el neoestoicismo —con la intercesión del erasmismo— se presenta como un paliativo de los males al ser una filosofía moral de la vida cotidiana que vuelve los ojos al interior del individuo para erradicar las pasiones con el uso de la razón como el máximo bien. De su mano, el tacitismo se ofrece como una opción política que, con sus propias normas, mediante la experiencia, el conocimiento de la historia y de las pasiones, permitiría no solo la armonía social, sino la conservación del Estado. La prudencia, concebida como habilidad para concebir y aplicar oportunamente ciertas estrategias, es una de sus virtudes capitales.

Si la realidad del reino era desastrosa, la ética estoica de cuño senequista y la perspectiva histórica de Tácito, presentaban alternativas morales y políticas a los españoles del siglo XVII. Mucha tinta corrió y diversas fueron las explicaciones y propuestas de los pensadores, pero también los literatos plasmaron su forma de sentirse frente al mundo estéticamente. Un caso notable en este sentido es Virtudes vencen señales, de Luis Vélez de Guevara, porque tiene vínculos estrechos con el pensamiento moral y político de Justo Lipsio 5 .

El tema de la obra es político-moral, con un enredo amoroso que es secundario. La acción se ubica en Albania, durante la sucesión del rey Lisandro. Se centra en las acciones del protagonista Filipo, quien presenta dos particularidades: su monstruosidad física 6 , y la beldad de su alma virtuosa. Efectivamente, por ser negro engendrado por padres blancos, es considerado como «una fiera, […] un mino- tauro […], un orco» (vv. 1852-1953); en cambio, su carácter encarna la ética neoestoica, y sus ideas políticas siguen de cerca el tacitismo. Este contraste entre su apariencia corporal y los atributos del alma es un eje en la estructura dramática, resumida en una redondilla:



Aunque parezco
por las muestras naturales
del negro color del rostro
fiero y prodigioso monstro,
virtudes vencen señales (vv. 1452-1456).

Fuente:

Otros personajes insisten en esta conformación antitética del protagonista. Movida por la conducta y palabras del «monstruo», la princesa Leda, asombrada, reconoce:



¡Qué alma tan hermosa
encierra cuerpo tan feo! (vv. 719-720).

Fuente:

Idea que la rústica Tirrena expresa en términos similares:



No he visto en cuerpo tan negro
alma tan blanca jamás (vv. 1050-1051).

Fuente:

Así, personajes femeninos de distintos estamentos comparan lo visible con la interioridad y comparten la misma opinión sobre Filipo.

La obra inicia con un conflicto político sobre la sucesión en el reino de Albania debido a que la heredera legítima es mujer. La situación implica un problema para el Estado dada la costumbre de coronar a un varón. Leda dice en un revelador aparte:



Al campo salí princesa
y vuelvo infanta. Tal es
en las cosas de la Tierra
la Fortuna, y la exempción
de los hombres a las hembras,
pues siendo un monstruo Filipo,
por hombre el ser heredera
de Albania me quita. ¡Oh, cielos,
dadme valor, o paciencia! (vv. 1864-1872).

Fuente:

El privilegio de los hombres se debe a que nos encontramos en una sociedad patriarcal, cuya concepción tradicional del género femenino, en la que insiste Vélez a lo largo de la comedia, integra un cúmulo de defectos. Por ejemplo, el Almirante se queja de la princesa: «¡Ah, mujeril condición, / linaje siempre dispuesto / a elegir, a desear / lo peor! (vv. 911-914)». Luego, cuando Filipo pregunta a la rústica Tirrena si conoce a Leda, esta dice saber que se convirtió en cisne, precisando que las mujeres saben fábulas mejor que nadie. De lo cual Filipo deduce:



Sospecho
que lo debes de decir
porque tenéis los ingenios
dispuestos para mentiras (vv. 1002-1005).

Fuente:

Imperfección a la que Tirrena añade, en un interrogante retórico, otras que considera más graves:



¿No son mayores perdernos
por quien nos deja olvidadas
de quien nos quiere, y sin seso
a cada paso mudarnos,
hacer elección de aquello
que es peor, ser confïadas,
soberbias y con estremo
vengativas? (vv. 1014-1021).

Fuente:

De estas fallas, Leda reconoce «que es falta / general en las mujeres / no recatarse de nada / y creello todo» (vv. 2404-2407). Mentirosas, mudables, irracionales, vengativas, arrogantes, crédulas son las características que los moralistas de la época atribuían al género, entre otras cosas 7 . Esta concepción, aceptada por los personajes femeninos de distintos estamentos, incide en que en Albania no quisieran una mujer como sucesora.

Si bien Lipsio define el principado como «el mando de uno solo, entregado según las costumbres y leyes, aceptado y administrado para el bien de los que obedecen» 8 , y señala que tanto la mujer como el hombre pueden gobernar, especifica que este tiene mayor capacidad, «pues así lo manda la naturaleza. Porque al varón le creó más para mandar que a la hembra»9, dadas sus imperfecciones. Es la percepción común de los moralistas de la época. Por ello, para el humanista, «parece deba bastar a las mujeres la gloria de obedecer» 10 . Sin embargo, como estoico, acepta que la virtud no tiene límite; se reconoce que las féminas pueden ser virtuosas y capaces de reinar, siempre y cuando sea un hábito de la tierra 11 .

En la comedia, aparte de desdeñar la posibilidad de la sucesión femenina, tanto los vasallos como el rey Lisandro se oponen a que se corone a un extranjero. Idea que comparte la princesa Leda, quien rechaza la propuesta matrimonial del siciliano Enrico con el argumento de que la «razón de Estado» de Albania «es conservarse con dueño / legítimo y natural / solamente» (vv. 33-35), respuesta que implica el desdén de Sicilia y Nápoles, dadas las capitulaciones entre Alfreda (hermana de Enrico) y el napolitano Carlos, se conviertan en enemigas de Albania.

Los cortesanos allegados al rey dan su opinión sobre el problema de la transmisión del mando. Alberto, además de considerar el infortunio de que Lisandro no haya procreado un varón, sostiene:



[…] pues el mismo inconveniente
que en darla a extranjero hallo
si se casa con vasallo,
porque la albanesa gente
no ha de querer de un igual
gobernarse (vv. 221-226).

Fuente:

Se rechaza a un extranjero, pero también a un vasallo, por ser de jerarquía inferior. Ricardo, por su parte, expresa que la falta de un varón será una ruina mortal. Idea a la que se suma la opinión de Artenio y Roberto sobre preferir a un hombre mons- truoso como sucesor, pues eso evitaría los múltiples daños que entrañaría dejar el reino a un extranjero o a un vasallo. Esta idea da paso al desarrollo de la acción, pues permite a Lisandro revelar que tiene un hijo, cuya fiereza radica en ser negro. Basado en el planteamiento pseudo-científico de la «impresión imaginativa» 12 , explica que la noche de la concepción de Filipo él veía un tapiz con la imagen de la reina etíope Saba. La visión influyó a tal grado en su imaginación que transmitió el color al niño. Por ello publica que nació muerto y lo encierra en una cárcel de una torre del palacio, donde solo Tebandro lo ha atendido y le ha enseñado ciencias durante veinte años. Movidos por el hábito y, aunque no explícitamente, por los prejuicios respecto al gobierno en manos de una mujer, los cortesanos se alegran de que haya un varón sin darle importancia a su “monstruosidad”.

Inesperadamente, las cualidades de Filipo se observan en la carta que deja a Tebandro antes de huir de la prisión: desea gobernarse a sí mismo: «… voy a darme / a la libertad de verme / dueño de mí mismo…» (vv. 520-522); y obrar con gratitud: «que puede ser que te pague / algún día el beneficio / de crïarme y de enseñarme…» (vv. 526- 528). La libertad de elección implica la propia responsabilidad frente a las circunstancias, lo que se traduce en que el personaje desea ser hijo de sus obras, y ser agradecido es una virtud.

Ya librado revela su devoción a la divinidad, a quien reconoce como hacedor de la hermosura de la naturaleza; afirma que la creación parece decir: «Dios es mi causa primera» —propuesta aristotélica que sigue Santo Tomás y retoman los estoicos 13 —. Comprende la omnipotencia divina, cuyo templo es el orbe, a la cual «Todo le adora y venera…» (v. 586). Filipo, pues, es devoto e internamente reverencia a la divinidad con alabanzas 14 .

Lipsio inicia el primero de los seis libros de las Políticas, con el tema de la virtud —condición moral necesaria al monarca— en sus dos aspectos de piedad y bondad; define: «La piedad es sentir y creer bien de Dios, y derecha y debidamente servirle» 15 . A pesar de sus vacilaciones religiosas, el pensador neerlandés señala, como requisito inamovible, que el gobernante crea en Dios y lo venere con el culto interior del alma, contrariamente a la oración común 16 .

A lo largo de la comedia hay una apología de la divinidad con la que otros personajes asocian el alma de Filipo. Por ejemplo, Leda después de conocerlo afirma que lo haría su privado: «por lo cuerdo y valeroso, / que en su persona no sé / qué esconde el Cielo, que ha puesto / en la mía inclinación» (vv. 907-910), idea que reafirma en el acto tercero: «No sé qué secreta causa / de deidad está escondida / en aquella forma humana» (vv. 2398-2400). Descubierto, el traidor Almirante comenta a Filipo: «… en la majestad airada / vuestra con razón no sé / qué nueva deidad se ve…» (vv. 2697-2699).

De tal forma, el comportamiento de los vasallos frente al rey es venerarlo por- que imita a Dios; dice el protagonista: «el rey pasa / límites de hombre a divino» (vv. 2248- 2249). Al respecto, cabe recordar que, desde la perspectiva ideológica do- minante, el rey era vicario de Dios en la tierra, idea que también manifiesta Séneca. En este sentido, Vélez caracteriza a Filipo como un hombre que ejerce el perdón en varias ocasiones —marcada línea neotestamentaria—, como veremos.

Por otro lado, en el Acto I el protagonista conoce por primera vez a un ser humano distinto a tu tutor: una mujer, la princesa Leda. A pesar de haber huido con la intención de ser dueño de sí mismo, se enamora perdidamente de ella, con lo cual pierde la libertad. Así, Vélez presenta un personaje virtuoso que cae en las redes de la pasión, lo cual cumple una función dramática trascendente.

En cuanto a la intervención de la labradora, del gracioso Clarín y de los sal- teadores en el segundo acto, su función es profundizar en distintos aspectos la caracterización del protagonista. Si Tirrena le regala un pan, esto dará la oportunidad a que Filipo le muestre después agradecimiento (lo que refuerza lo escrito en la carta) al salvarla de ser gozada por los salteadores.

Clarín cumple varios desempeños: cuando Filipo lo perdona, quiere besarle los pies, pero este le manifiesta su rechazo por las ceremonias (vv. 1141-1142); respecto a haber sido asaltado no comprende que se ofenda a un semejante (v. 1201). Además, el encuentro con el personaje del donaire permite desarrollar el tema de la riqueza.

En la monetarizada sociedad del siglo XVII, el dramaturgo crea un personaje que objeta que se idolatre al dinero o la «plata». El tema surge cuando Filipo solicita a Clarín que lo acompañe, y este le pregunta si tiene dinero. Ante su ignorancia al respecto, el gracioso lo define: «La mejor / cosa que en el mundo ha hecho / la industria para la vida» (vv. 1245-1247); afirma «que es dios del mundo el dinero» (v. 1270). Filipo expresa su perspectiva contraria con una tautología: «No hay otro dios si no es Dios» (v. 1271). Para que lo conozca, el gracioso le muestra un real de a ocho, pero dado que la moneda parece a Filipo la cosa más baja que ha visto, Clarín insiste en que todo se cifra en el dinero y se lo demuestra enumerándole sus bondades: es honra, hermosura, deudo, sangre, señor, valor, ingenio, donaire, verso, música, talle, vestido, alimentación, y concluye: «este es todo el mundo junto» (v. 1293). En coincidencia con la estimación social del dinero en el periodo áureo, se le otorga, además de la capacidad de transformar la fealdad en belleza o la ignorancia en inteligencia, un poder extraordinario respecto a los factores de integración nobiliarios: confiere honra y cubre las manchas de la herencia sanguínea. A pesar de las cualidades que le atribuye el gracioso, Filipo lo considera un engaño que no debe adorarse, pues solo hay que venerar y respetar a Dios (vv. 1298-1312).

Descartado el dinero como falso bien 17 , para defender la honestidad de Tirrena es valeroso y enfrenta a sus agresores hasta que se rinden. Debido a lo que de- nomina su «clemencia natural», no les hace daño: «porque en los rendidos es / la venganza cobardía» (vv. 1411-1412). Ante tal concepción y actitud, los salteadores le piden que sea su capitán; Filipo demanda ser rey para merecer a Leda (a quien sabe sucesora del reino). En este punto lo más trascendente es que si aceptan estar bajo su mando sabrán obedecerlo. Así pues, incluso en su papel de rey de ladrones, Filipo expresa un principio fundamental del gobierno: la obligación de que los vasallos obedezcan.

En el período áureo, la subordinación se manifestaba a través de la sangre por disposición divina. De tal forma, la relación de los súbditos con el rey, representante de Dios, demandaba una religión de la obediencia. De acuerdo con Lipsio, la vida civil en el imperio «es un cierto orden, así en el mandar como en obedecer. […] que viene a ser el único sustento y apoyo de las cosas humanas» 18 . Al respecto hay que señalar una condición importante para quien manda: «es digno de alabanza el que obedece a quien amonesta las cosas que son justas…» 19 .

Aunque podemos deducir que para Lipsio el agradecimiento es también una virtud, hay que remontarnos a su fuente. En el libro De beneficiis, Séneca aseve- ra contundentemente que la ingratitud, «qui dépasse en fréquence tous les autres [crímenes], n’est puni nulle parte, tout en étant partout réprouvé…» 20 , y su castigo se deja al tribunal de los dioses. A pesar de que afirma que quienes olvidan un favor merecen una pena rigurosa por ser las personas que más desunen a la sociedad 21 , reconoce las dificultades de juzgar una acción moral y condenarla legalmente.

En lo que se refiere a las ceremonias cortesanas, para el estoico cordobés —y Erasmo—, carecían de sentido, por ser falsos bienes. La valentía formaba parte del ethos aristocrático, que, si bien para la nobleza era una condición de su rango, había alejado de la milicia tiempo atrás.

Por otro lado, de acuerdo con la ética estoica, Lipsio sostiene que la riqueza material es un falso bien. Los edificios, los banquetes y la indumentaria son elementos de lujo, pero fundamentalmente el uso de dinero debía obstaculizarse, por ser «madre de las superfluidades, y otros mil males sin cuento. Las riquezas regaladas han corrompido y gastado el siglo en una torpe superfluidad. Por esto, ante todas las cosas el nuestro censor quitará el uso de las riquezas y dinero, que es muy pestilencial y peligroso» 22 .

Asimismo, Vélez intensifica el indicio que ha dado al espectador sobre la clemencia del protagonista en su relación con Clarín, cuando se encuentra con su padre y le solicita indulgencia para los salteadores. Aunado a esto, si bien sufre un conflicto interno al enterarse de que Leda es su hermana, reflexiona en un aparte y privilegia la razón al amor pasional: «loco adoré tu belleza, / cuerdo miro tu peligro…» (vv. 1896-1897). Filipo cierra el segundo acto con el dominio de sí mismo mediante la racionalidad en un aparte: «(… virtudes vencen señales, [sic] / ¡Tanta razón, tanta fuerza! / Al apetito la sangre, / y al amor el valor venza.)» (vv. 1909-1912).

En principio, Lipsio sostiene: «El origen de la razón es del cielo, o mejor decir de Dios» 23 , dado que «ay una mente eterna, que llamamos Dios» 24 . A partir de esta idea, la virtud «se pesa con el peso de la razón, y lo tiene por nivel: y la recta razón no es otra cosa, que, un verdadero juzgar y sentir de las cosas humanas…» 25 . Desde tal concepción, el control de la vida personal en beneficio de la actividad pública manifiesta la firmeza de ánimo del personaje, quien procede mediante el uso de la razón. Por el contrario, dice el humanista flamenco, «cualquiera que se rinde a un dolor privado, y particular, forzoso es que confiese su defecto y su flaqueza…» 26 . Dado que la compañera de la razón es la constancia, conviene al gobernante, pues —escribe— «serás verdaderamente rey y verdaderamente libre y sujeto solo a Dios, serás exento del yugo de las pasiones y de la fortuna» 27 .

En resumen, el acto segundo ofrece una muestra de los valores y virtudes de Filipo en su vida social y privada: rechaza la riqueza, es valiente, generoso, clemente, y termina venciéndose a sí mismo al dominar su pasión por Leda.

Muerto Lisandro, en el acto tercero Vélez presenta la actitud política del nuevo rey. Su primera acción es convocar a la corte, a la cual ofrece una valoración sene- quista sobre las obligaciones y cuidados que implica reinar 28 . Con el fin de imitar a su progenitor, «en el nombre de Dios» (v. 1983), solicita a los cortesanos que lo auxilien en la compleja tarea del gobierno:



[…] que todos juntos,
el peso considerando
del que me ha encargado el Cielo,
con el valor, con los años
de la experiencia de algunos,
con el celo encaminado
al bien común, me ayudéis,
me aconsejéis, trabajando,
cómo en justicia y en paz
pueda siempre gobernaros,
diciéndome la verdad
[…]
No de un hombre solo quiero
consejos, no de un privado
que acertar quiere a ser rey (vv. 1987-2007).

Fuente:

Como observamos, en el discurso demuestra modestia al reconocer que puede errar. De ahí que necesite apoyarse en el valor, experiencia y deseo de los consejeros por el bien común. Al respecto afirma Lipsio: «[…] pues que toda condición de vida pide la ayuda de otros, esta del gobierno la requiere principalmente» 29 . Dado que los buenos consejeros deben ser experimentados, el humanista prefiere «a los viejos, que tienen por los años y edad el cuerpo flaco y débil, y por la experiencia y sabiduría recio y vigoroso el entendimiento» 30 .

Asimismo, Vélez parte de su contexto político respecto a los validos para que Filipo rechace tajantemente la presencia de un privado, con el argumento de que solo ambiciona sustituir al rey. Si la fecha de composición es acertada, tenemos una clara referencia a don Francisco de Sandoval y Rojas, ante cuya privanza hubo fuertes censuras por considerar violada la soberanía de Felipe III 31 . Lipsio no aborda el tema, pero habla de los consejeros prudentes que deben elegirse cual verdaderos amigos —definición que coincide con la idea de la necesidad del rey de un amigo y privado de algunos pensadores españoles 32 —, ya que «son el mayor y más eficaz instrumento del imperio» 33 . Sin embargo, para que los consejeros den avisos saludables, además de tener libertad para decir su parecer sin miedo, deben saber lo que ocurre en el mundo y conocer las condiciones de los hombres 34 . Tres elementos fundamentales del tacitismo: experiencia que parte de la historia, conocimiento de las pasiones, y racionalidad.

En cuanto a sus relaciones internas, el protagonista informa a la corte que mantendrá las puertas del palacio abiertas para escuchar a los vasallos de cualquier estamento que pidan justicia, soliciten mercedes, tengan quejas o avisos, en cualquier momento y situación. Lipsio recomienda al príncipe «oiga las quejas de sus vasallos, escuchando a los acusados, porque los no oídos ni defendidos perecen como inocentes» 35 .

Respecto a sus relaciones externas con reinos enemigos su posición es vencer- los con ayuda de los consejos dirigidos al bien de la república: «porque a las demás naciones / verme vencer cause espanto, / con virtudes, las señales / de un prodigio tan estraño» (vv. 2029-2032). De tal forma, obtener la victoria militar con la virtud será tan extraordinario para el enemigo como su piel oscura. Sobre la belicosidad el humanista belga asevera: «todas aquellas guerras son injustas que no tienen otra causa al emprenderse que la ambición o la avaricia…» 36 . Desde su perspectiva, la única justificación para el combate es la defensa del reino. En la comedia, lejos de proponerse una política bélica fundada en el ansia de mando o en la codicia de riquezas, Filipo es un monarca que busca la paz: es un príncipe cristiano, en términos de Erasmo 37 .

Luego de expresar sus esquemas políticos, Filipo reparte oficios y mercedes. En virtud de que considera receloso al Almirante, trata de asegurarlo con varios elevados nombramientos: camarero mayor, presidente, y gobernador de Albania en su ausencia. Sin embargo, su reflexión manifiesta una estrategia:



(De esta suerte le aseguro,
que es el camino más sano
en políticas de reyes
asegurar obligando
sospechosos corazones.) (vv. 2065-2069).

Fuente:

Su ética coincide con el pensamiento de Lipsio sobre la conducta del príncipe:

Nunca sabrán bien regir los que no saben encubrir; y no lo pueden hacer de otra suerte aquellos que tienen a cargo toda la república. Para efectuar y llevar a cabo sus consejos y designios, a su pesar han de fingir muchas cosas y disimularlas con dolor y descontento; y esto no sólo con los extranjeros o enemigos […] sino también con los suyos 38 .

Así pues, el personaje se comporta con prudencia en las cosas humanas, definida por el humanista como «una destreza en gobernar las cosas de fuera con equidad y firmeza» 39 . En este sentido, el concepto de prudencia se relaciona con habilidad, con el manejo de técnicas y normas propias (arte o ciencia) de la política, característica esencial del tacitismo.

La prudencia, o destreza en el manejo de la vida política, se manifiesta en la respuesta del rey a la petición del gracioso. Clarín estima que, por haber sido su privado en el monte, merece «Que un clarín sea / órgano de los privados» (vv. 2127- 2128). Con una dilogía aplicada a su nombre, en el campo léxico de la música, el personaje del donaire piensa que puede gobernar a los validos. Sin embargo, Filipo, dirigiéndose también a los vasallos para que aprendan la lección, argumenta:



Ninguno, por accidente
de gusto ni de pasión,
ha de subir escalón
de merced indignamente,
violencias que solicitan,
pues los oficios reales
en méritos desiguales
los reyes desacreditan (vv. 2133-2140).

Fuente:

Queda claro, para todos, que los oficios no serán entregados por inclinación, sino por méritos. Vélez caracteriza a Clarín como el típico gracioso: cobarde, siempre pensando en comer, dependiente, con afán de medrar, idólatra de los bienes. La respuesta del nuevo rey señala la diferencia abismal entre haber dirigido a un grupo de delincuentes en el monte, y ser responsable de la república.

Lipsio sostiene que los ministros y oficiales deben ser nobles y de buen linaje para ser elegidos, y añade:

Y verdaderamente vil es, y de bajos pensamientos, el que sólo admite personas viles a su servicio, y gobierno de la república; siendo uno de los mayores indicios y muestras de no ser el príncipe magnánimo y generoso, tener por principales ministros gente baja y de condición servil 40 .

De cualquier forma, siguiendo a los estoicos, reconoce que puede haber individuos virtuosos fuera del estamento dominante, que deben estimarse en todo su valor. No debemos olvidar la idea de Séneca de que en todos los seres humanos hay semilla de virtud, pero no virtud, pues esta se aprende con el ejercicio constante. De tal forma, Clarín, caracterizado no solo como figura del donaire, sino también como hambriento, medroso y ávido por los bienes materiales 41 , no debería aspirar a una posición que rebasara sus limitaciones. El monarca deja claro que otorgar un puesto sin merecimientos implicaría violentar la moralidad. Pese a todas sus carencias, el rey le concede casa, vestido y sustento, en una palabra, cubre sus necesidades de subsistencia.

Es preciso considerar que a lo largo de la comedia la expresión política «razón de Estado», es empleada en varias ocasiones: en el primer acto la usa Leda para referirse a que los albaneses no aceptarán un príncipe extranjero; en el segundo, cuando se aproximan el rey y su séquito, la sugerencia del salteador Timbreo de fortificarse es definida por Lidonio como razón de Estado (v. 1558); en el tercer acto, la utiliza el rey Filipo en el discurso a los albaneses. Una vez cumplido el luto por el deceso del rey, relata:



Pasados algunos días
después, el pueblo alegrando,
porque la tristeza engendra
temor por razón de estado,
quitar los lutos mandé,
y mil veces a caballo
me vio la corte, que es justo
alentar a los vasallos
con la vista de los reyes,
que como son animados
árboles del sol que adoran,
mueren no viendo sus rayos (vv. 1961-1972).

Fuente:

Para el nuevo rey la razón de Estado radica en conservar su reino en armonía mediante su aparición pública ante el pueblo. De lo que se desprende que un monarca ausente representa desestabilidad social. Es importante notar que el concepto de «razón de Estado» se relaciona con la pertinencia de la acción, lo que en términos de Lipsio, como vimos, define la prudencia civil, esto es el uso de la razón empleada en función de una estrategia, lo que Filipo ha aprendido por la estratagema de los salteadores en el acto segundo.

Por el contrario, en la escena de su indignación con Filipo, Leda manifiesta la idea de la mala o falsa razón de Estado, de acuerdo con los pensadores antimaquiavelistas, como Rivadeneyra. La dama considera injusto que «por razones / de estado» (vv. 2161-2162), fundadas en beneficio personal, Filipo la case con el viejo rey de Hungría Rodulfo, porque le ha prometido matrimonio con su heredera Ninfa. Tomando como punto de partida la libertad de elección, punto nodal del cristianismo, asevera: «No pueden el albedrío / forzar humanos monarcas, / que nació el alma, Filipo, / libre a las leyes humanas…» (vv. 2213-2216). Además, en reconocimiento al cielo y a su difunto padre que, desde su perspectiva sigue siendo el rey, desconoce la soberanía de Filipo. Ante su comportamiento, el monarca reflexiona en un aparte: «(¡Estraña resolución! / Aquí ha de ser necesaria / la templanza, corrigiendo / mujer tan determinada.)» (vv. 2257-2260). Con toda prudencia y discreción, le explica a solas que para reportar su furor y con la templanza a la que obliga la propia cordura, por ser mujer y hermana, la satisfará: «[…] y verás cómo se trata / diferentemente un hombre, / un hermano, un rey, en tanta / resolución atrevida» (vv. 2774-2777). Ubicado en el contexto español del apogeo de la infidelidad, le expone que casar a las mujeres sin gusto es causa de grandes daños, de ahí que no fuera su intención, pero le advierte:



Escucha atenta,
que solo soy en Albania
rey y señor absoluto,
y que ya que de las almas
no lo sea, que lo soy
de las vidas, que esto basta
para ser dueño de todo… (vv. 2309-2315).

Fuente:

Le recuerda la importancia primordial que tiene ser varón, y le ordena que no vuelva a hablarle tan libre y determinadamente. Argumenta:



Leda, la sacra
dignidad de rey, que a Dios
tanto imita, venerada
ha de ser aun de los mismos
pensamientos, que el rey pasa
límites de hombre a divino,
y el parentesco de hermana,
hasta salir a ser reina,
no te quita el ser vasalla (vv. 2344-2352).

Fuente:

De acuerdo con Lipsio, el monarca no actúa sin consultar a sus consejeros en un afán de relegarlos, «sino por desear que todo el mundo entienda que es el príncipe de quien dependen todos. El cual solo ha de ser juez y árbitro por derecho y nombre de rey» 42 . Aunque se sorprenda por la reacción de Filipo, Leda pide perdón por haber sido «siniestramente» informada por el Almirante, el rey le solicita cordura para ser «mejor, amiga y hermana…» (v. 2377). No obstante, si repite su actitud, le sobrará la cabeza. Lección política que ofrece Vélez frente a la imprudencia.

A pesar del comportamiento de su hermana, Filipo le envía cien mil doblones para que sea liberal con los criados de los extranjeros en nombre de su padre Lisandro. Al respecto, Lipsio, quien desprecia el dinero, reconoce que el príncipe debe servirse de los instrumentos de poder para gobernar, entre los cuales está, además de las armas, los consejos, las amistades y la fortuna, la riqueza. Dado que las cosas son «vendibles por dinero», afirma sobre la valoración social de los bienes terrenales en el período que «las cosas divinas y humanas obedecen acá a las riquezas» 43 . Lipsio, como Maquiavelo, parte de una perspectiva realista del mundo. Así, aunque el dinero ocasione daños, no puede negarlo como instrumento político, dada su estimación social. Filipo utiliza las herramientas del poder para mostrar una imagen que favorezca a su hermana y al reino. De tal forma, la riqueza se presenta como un medio, y no como un fin por el que haya que iniciar una guerra o deba ser objeto de veneración social (según el criado).

Una cualidad fundamental del rey que se esbozó en el segundo acto se desarrollará plenamente con un sentido político. Filipo decide viajar solo con el Almirante para encontrar a los consortes italianos. Este considera que la ocasión es propicia para ejecutar sus planes de traición al rey, a quien sigue denominando «monstruo». Vélez emplea el recurso del suspenso y la sorpresa, pues el antagonista no espera que el monarca le diga:



[…] no os puedo vencer
con mercedes, con favores,
con negarme a los recatos,
que tienen mucho de ingratos
los pechos de los traidores (vv. 2612-2616).

Fuente:

Despojándose de su investidura real, Filipo lo reta como hombre. No obstante, el Almirante confiesa que ha sido ingrato y le pide que lo mate:



[…] solamente de castigos
tan merecidos, tan justos,
que en la majestad airada
vuestra con razón no sé
qué nueva deidad se ve,
que ha vuelto rayo la espada (vv. 2695-2700).

Fuente:

El reconocimiento del error, la asimilación del rey a la imagen de Dios —incluso Júpiter—, explican que el monarca lo perdone y, en una reminiscencia paulina, considere que quien fue su enemigo vuelve a nacer.

En el bando extranjero, Alfreda manifiesta su tristeza a Enrico por tener que casarse con un etíope salvaje, aunque se reconozca su generosidad. Dice desde la perspectiva filosófica del eros platónico expuesta en El banquete . Fedro: el amor entra por la vista y si no hay algo bello es imposible amarlo:



[…] que amor que entra por la vista
del alma a comunicarse
la entrada no le permite
si lo visto no es amable (vv. 2755-2758).

Fuente:

Su queja motiva que Enrico le confiese su conspiración, para la que cuentan con la armada de Nápoles: ella envenenará a Enrico la noche de bodas, y luego matarán al Almirante, de tal modo Alfreda podrá finalmente casarse con Carlos. Sin embargo, cuando ve a Filipo, la dama expresa: «¡Airoso talle / en gran majestad de rey!» (vv. 2864-2865). Ante sus corteses palabras reflexiona: «(¡Qué entendido, / qué rey, qué cortés, qué grave!)» (vv. 2869-2870). Después, por su forma de cortejarla, concluye que no ha visto alma más hermosa (v. 2883), tanto que obliga a que lo amen. De ahí que tome la decisión de defenderlo: «([…] porque el alma, hermosa imagen / de Dios, tanto le parece, / que el cuerpo hermoso le hace.)» (vv. 2890-2892).

Filipo manda apresar a Enrico y le hace saber que conoce sus planes. Debido a la grandeza que observa en el rey, el siciliano se declara vencido. Con la generosidad que lo caracteriza, el monarca albanés lo perdona y no solo lo llama hermano y amigo, sino que le ofrece a Ninfa como consorte de Carlos para que cumpla con su compromiso.

La capacidad de perdonar permite a Filipo convertir en bien una situación terriblemente peligrosa 44 . La clemencia 45 con los salteadores, el Almirante, Enrico y Carlos nos ofrece un panorama que abarca todas las posibilidades: desde los plebeyos y los personajes distinguidos del reino y su hermana, hasta los enemigos extranjeros de territorios diversos.

Lipsio afirma que con la clemencia se alcanza la gloria eterna y que no hay otra cosa «que más haga allegarse a Dios los hombres y parecér[se]le, que el perdonar, procurándoles su salud y conservación» 46 . En su célebre Tratado dedicado a Nerón, sostiene Séneca: «Se ha de perdonar, pues, aun a los ciudadanos culpables, como si fueran miembros enfermos, y si alguna vez es necesario derramar sangre, ha de contenerse la mano para que no hiera más de lo necesario» 47 . Luego ejemplifica con la historia: Augusto sabe de la conspiración de Lucius Cornelius Cinna para matarlo y, aconsejado por su esposa Livia, en vez de vengarse es clemente, con lo que gana un súbdito siempre fiel 48 . Como hemos visto, la actitud de Filipo con el Almirante y con Enrico, aunque evidencia sus planes, además de perdonar, soluciona el posible conflicto bélico entre Nápoles y Sicilia. Escribe el estoico cordobés:

De mal médico es desesperar de su arte para curar; lo mismo ha de hacer cuyos ánimos están enfermos aquel que tiene confiada la salvación de todos: no perder pronto la esperanza, ni diagnosticar como mortales los síntomas; luche con los vicios resista, reproche a unos su mal, engañe a otros con suave tratamiento, porque los ha de sanar más pronto y mejor disfrazando los medicamentos; preocúpese el príncipe no sólo de la curación, sino de no dejar cicatrices deshonrosas 49 .

En conclusión, Vélez de Guevara construye un personaje cuya perfección como príncipe se basa tanto en la ética senequista como en la práctica política tacitista, en el periodo que se ha considerado como «The Roman Century» 50 , el XVII. En una España en crisis, la propuesta del dramaturgo es volver la mirada hacia el interior del ser humano en busca de acciones que permitieran la conservación de la monarquía. No parece cuestionable que un literato de la magnitud de Vélez de Guevara desconociera la obra de Lipsio.

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Notas

1. Ver Peale y Urzáiz, 2003, p. 938.

2. Ver Antón Martínez, 1992; Elliot, 1991, p. 47.

3. Peña Echeverría y Santos López, 1997, p. XLI.

4. Ver Elliot, 1994, p. 50.

5. En lo que corresponde a la línea amorosa habría que analizar la presencia del neoplatonismo, que, por el momento, escapa a mi objetivo.

6. Probablemente se encuentre la influencia del síndrome de Marfan que, al parecer, tenía Vélez. Véase Peale, 2017.

7. También son hablantinas, ventaneras, salen para ser vistas, como Eva caen en tentaciones, etc. De acuerdo con los moralistas de la época.

8. Lipsio, Políticas, p. 37.

9. Lipsio, Políticas, p. 37.

10. Lipsio, Políticas, p. 38.

11. Ver Políticas, p. 39.

12. Explica Covarrubias: «Tratando Avicena, lib. 2 de las imaginaciones animales, dice que hacen tanta mudanza en las cosas naturales que acontece que la criatura sea semejante a la misma cosa que la ma- dre estaba imaginando al tiempo de concebir. Lo cual también prueba San Agustín, lib. 2, De Civitate Dei, diciendo que una mujer blanca, concibiendo de hombre blanco, vino a parir un negro, porque al tiempo de él concebir tenía la imaginación y vista en la figura de un negro que en un paño de pared estaba pinta- da y que la criatura le parecía propiamente. Y Aristóteles y Plinio refieren que el famoso poeta Vizantino [sic], siendo sus padres blancos, nació negro por la causa referida» (s. v. Imaginación).

13. Lipsio dice respecto a la divina providencia o hado: «Yo la atribuyo a la causa primera, esto es, a Dios, de quien cuelgan todas las cosas, y de quien proceden todas las causas de las causas» (Lipsio, Políticas, p. 17).

14. Afirma el humanista: «El culto interior concibe en el alma, y derrama con pronta voluntad, ruegos, oraciones y alabanzas al verdadero Dios» (Lipsio, Políticas, p. 14). Del culto exterior, propiamente las ceremonias religiosas para Lipsio, hay pocas referencias, como el bautizo.

15. Lipsio, Políticas, p. 11.

16. Ver Políticas, p. 14. Esta religiosidad interior tiene nexos con el erasmismo. Es importante apreciar el nexo con el erasmismo, pues el personaje ofrece culto al Creador en forma privada. Lipsio afirma que se convertirá en «Filósofo Cristiano» ( Libro de la constancia, p. A3), que recuerda la Philosophia Christi erasmiana. Ver Marcel Bataillon, Prólogo, en Erasmo de Rotterdam, El enchiridion o Manual del caballero cristiano, p. 17.

17. Lipsio escribe que entre los falsos bienes se encuentran, además de en las honras y el poder, en las riquezas. Ver Libro la Constancia, L. I, VII, p. 20.

18. Lipsio, Políticas, p. 33.

19. Lipsio, Políticas, p. 73.

20. Expresa en comparación con otros delitos: «sed ubique aliqua, hoc fracuentisimun crimen nusquam punitur, ubique inprobatur…» (Séneca, Des bienfaits, L. III, VI 1, p. 66).

21. Sustenta Séneca: «l’ingratitude, en soi, est chose à éviter, puisque rien ne désunit et ne sépare vio- lemment les hommes autant que ce vice» (Séneca, 1972, L. VI, XVIII 1, p. 116). Ver también Epístolas morales a Lucilio, L. X 81.

22. Cf. Lipsio, Políticas, p. 175. Ciertamente hay moralistas que insisten en la corrupción espiritual que significa la posesión de hacienda. Sin embargo, la censura encuentra su resumen en la obra de Lipsio.

23. Lipsio, Libro de la constancia, L. I, V, p. 13.

24. Lipsio, Libro de la constancia, L. I, XIII, p. 32.

25. Lipsio, Libro de la constancia, L. I, IV, p. 12.

26. Lipsio, Libro de la constancia, L. I, VII, p. 21.

27. Lipsio, Libro de la constancia, L. I, VI, pp. 17-18.

28. Ver Séneca, De la clemencia, L. I, VIII 1, p. 333.

29. Lipsio, Políticas, p. 74.

30. Lipsio, Políticas, p. 78.

31. Tomás y Valiente, 1982, pp. 135-146.

32. Tomás y Valiente, 1982, pp. 131-133.

33. Lipsio, Políticas, p. 75.

34. Lipsio, Políticas, p. 77.

35. Lipsio, Políticas, p. 53.

36. Lipsio, Políticas, p. 216.

37. Ver Erasmo de Rotterdam, Educación del príncipe cristiano, texto dedicado a Carlos V.

38. Lipsio, Políticas, p. 197.

39. Lipsio, Políticas, p. 111.

40. Lipsio, Políticas, p. 91.

41. En una reflexión metateatral, Clarín tipifica su papel: «¡Bien haya / un lacayo de comedia, / que a la primera embajada / que trae de amorosas nuevas / le da el galán, y la dama, / la cadena y la sortija, / y el poeta de la traza, / si se le antoja, escribiendo, / luego a la tercer jornada, / dos mil ducados de renta, / y con Merencia se casa…» (vv. 2446-2456). La contrariedad del personaje surge ante lo que supone una promesa económica de Leda.

42. Lipsio, Políticas, p. 134.

43. Lipsio, Políticas, p. 136.

44. Al respecto Lipsio formula una pregunta retórica: «¿Quién es más sabio, o mejor, que aquel, que del mal puede sacar bien, y las cosas dañosas, convertirlas en saludables, y provechosas?» ( Libro de la constancia, p. 94).

45. Séneca la define: «es la moderación que perdona algo de la pena merecida y debida» ( De la clemencia, L. II, III 2, p. 375).

46. Lipsio, Políticas, p. 55.

47. Séneca, De la clemencia, L. I, V 1, p. 329. En el mismo Tratado señala con anterioridad que el rey ha de partir del principio de que «Matar contra la ley todos pueden; salvar nadie, sino yo» (V 4, p. 331).

48. Séneca, De la clemencia, L. I, IX 1-12, pp. 337-341.

49. Séneca, De la clemencia, L. I, XVII 2, pp. 353-355.

50. Antón Martínez, 1992, p. 23.

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